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Patin a Vela

Guido Depoorter: “sigo siendo un enamorado del patín a vela”

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Guido Depoorter se enamoró del patín a vela viendo navegar a uno desde la playa de Calafell donde veraneaba a finales de los años 50.

(29-3-2017). Guido Depoorter es uno de los hombres que más ha hecho por la expansión y arraigo del patín a vela. Escribió el primer libro sobre esta embarcación, abrió y consolidó el mercado belga, y creó la cuna de la generación de patinistas que dominó los campeonatos de España de la década de los 90’s. Sin duda, la clase, necesita que “más gente quiera hacer de ‘misionero’ del patín como hice yo, para que éste se expanda”.

Guido Depoorter es una leyenda viva de la historia del patín a vela. A sus 92 años (nació en 1925 en Flandes) su memoria atesora muchísimos recuerdos de esta embarcación que vio en acción por primera vez en el año 1959 tomando el sol en la playa de Calafell donde veraneaba.

Desde que descubrió aquel solitario patín navegando han transcurrido 58 años. Durante estas cerca de seis décadas ha desarrollado, sin buscar gloria ni reconocimientos, algunos de los hitos más relevantes de la historia reciente de nuestra clase.

IMPORTANTE LEGADO

Los más destacados han sido la exportación del patín a Bélgica; la redacción de múltiples artículos de divulgación sobre este barco para numerosas revistas extranjeras; la autoría del primer libro sobre el aparejo, navegación y táctica de regatas de esta embarcación; la acuñación de dos clubs náuticos; la creación e impulso de la generación de patinistas del Club Vela Sant Antoni que más ediciones del Campeonato de España ganó durante la década de los noventa; el sembrador de la generación definitiva de patines de fibra; el precursor inicial de una de las veleras líderes de nuestra clase…

Todo lo que hice, lo hice porque quise y porque siempre he sido (y sigo siendo) un enamorado del patín

Esta tarde, sin embargo, sentado en el salón de su casa blanca, situada frente al varadero del Club Vela Sant Antoni cuya ‘primera piedra’ puso hace 45 años (en 1972), su rostro parece restar importancia a la enumeración de hechos que este periodista le hace. “No me quiero echar honores”, me interrumpe. Y añade: “todo lo que hice, lo hice porque quise y porque siempre he sido un enamorado del patín”.

Ese enamoramiento fue algo tardío. De hecho, el único precedente náutico que Guido Depoorter recuerda de su niñez en la región belga de Flandes es un kayac. Después, desde que en 1948 aterrizara en Barcelona, tras la segunda Guerra Mundial, con el objetivo “de aprender el español para poder emigrar luego a la Argentina, como me habían sugerido mis padres”, sus escarceos náuticos no llegarían hasta 1963, cuando contaba 38 años de edad. Aquel año compró un apartamento en Sant Antoni de Calonge y adquirió un kayac y una lancha con motor fueraborda (modelo Raya) para hacer esquí acuático.

VISITA AL SALÓN NÁUTICO

Sin embargo, el recuerdo de aquel patín a vela que había avistado desde la playa de Calafell aquel verano de 1959 seguía acechándole. Por eso, cuando en marzo de 1964 visitó el II Salón Náutico de Barcelona y vio de cerca y pudo tocar aquella embarcación que, hasta entonces, sólo había podido divisar a lo lejos, sintió una vibración muy especial en su interior.

De todos modos, y tal vez por el carácter racional que impregnaba sus genes belgas, siguió visitando el salón, vio otros barcos, escuchó atentamente las ventajas que le reportaría la navegación en un Vaurien (“lleva timón, es muy manejable; incluso lleva dos bancos en cada banda en los que su familia irá comodísima…”) y cuando le pareció que el vendedor del Vaurien ya había concluido su argumentario de venta, le preguntó:

-¿Y qué me dice del patín a vela?

-¿El patín a vela? –le miró sorprendido el vendedor del Vaurien-. ¡Eso es un bicho salvaje!

La exclamación de aquel vendedor fue determinante para la vida de Guido Depoorter. Lo fue, no sólo para tomar la decisión de que la próxima embarcación que compraría no sería otro kayac, ni, por supuesto, un Vaurien, sino que sería un patín a vela y, además, porque aquella adquisición marcaría un antes y un después para él, para su familia e, incluso, para aquella clase de embarcación de la que aquella mañana de marzo de 1964 sólo sabía que era una “bicho raro” pero “no tenía ni la más remota idea de cómo se manejaba”.

CURSILLO Y PRIMERAS REGATAS

Semanas después de aquella visita al Salón Náutico decidió hacerse socio del Club Natación Barcelona, entidad en la que los responsables de Adipav que le habían atendido en el stand del Salón le habían dicho que podría aprender a navegar en patín a vela. Tras las primeras clases constató que aquel amor a primera vista arraigaba a fondo.

Aquel cursillo incluía algunas regatas y cuando empezó a tomar parte en ellas “y vi que, encima, ganaba, ¡y con un barco de la escuela de vela!, y comprobé que aquellos patinistas eran gente entusiasta, que me acogían con simpatía y que me animaban a seguir sentí una urgencia imperiosa de tener mi propio patín”.

EL PRIMER PATÍN: HOUZEE

Guido Depoorter sonríe al recordar que “quise tener un patín como el de los campeones pero entonces supe que quien construía patines para los campeones sólo quería hacerlos para los campeones”.

Desalentado preguntó entre los regatistas del Natación Barcelona qué alternativas podía encontrar “y alguien me habló de un tal Antoni Soler que estaba empezando a construirlos y no lo hacía mal”.

En 1965, Guido Depoorter tuvo, al fin, su primer patín a vela propio. Desde que había avistado aquel primer patín a vela navegando en Calafell habían pasado 6 años. Le llamó Houzee que, según explica, “es una expresión en flamenco que quiere decir ‘mantente firme en el mar’”. El número de la vela era el 406.

EL “MISIONERO DEL PATÍN A VELA”

Por motivos profesionales vinculados al sector de la maquinaria textil y la hilatura en el que trabajaba, Guido Depoorter decidió volver a su país de origen, Bélgica, en 1966. Por aquel entonces, con su mujer Claire, ya tenían sus siete hijos. “Hicimos el viaje en un Seat 600. ¡Todos! Y , encima, con un remolque porque decidí que yo no me iba de España sin mi patín, que allí encontraría donde navegar, y porque, en principio, no sabía cuántos años íbamos a estar en Bélgica”.

Guido Depoorter ha sido el artífice de dos 'catedrales' del patín a vela: Bélgica y el Club Vela Sant Antoni. Precisamente de dicha entidad gerundense surgió la generación de patinistas que dominó los campeonatos de España de la clase durante la década de los 90's.

Guido Depoorter ha sido el artífice de la creación, desde cero, de dos  ‘catedrales’ del patín a vela: Bélgica y el Club Vela Sant Antoni. La primera de dichas ‘catedrales’ constituye el principal mercado exterior de la clase, mientras que del club que se encuentra frente a su casa blanca surgió la generación de patinistas que dominó los campeonatos de España de patín a vela durante la década de los 90’s.

Sería en Bélgica donde ‘nacería’ el “Misionero del Patín a Vela”, según reconoce el propio Depoorter. Porque aquella época sería intensa en cuanto a la divulgación y promoción de esta embarcación. “Cuando llegué a la costa de Ostende (Bélgica tiene una zona de unos 60 kilómetros de costa) ví que la gente se sentía especialmente atraída por la estampa de la embarcación, su gobernabilidad sin timón, su forma de navegar y su velocidad. Cuando lo montaba en la playa se arremolinaba gente alrededor y cuando salía a navegar me miraban desde la playa y algunos me esperaban a que regresara para preguntarme detalles sobre el barco, si podría enseñarles a utilizarlo, donde podrían comprarlo…”

Fue vendiendo mis patines en Bélgica como, de año en año, se fue creando una flotilla en aquel país

La etapa patinista belga de Guido Depoorter se prolongó durante cuatro años (desde 1966 hasta 1970). Según rememora, “cada año, después de veranear en Sant Antoni de Calonge, volvíamos a Bélgica con la familia y con un nuevo patín porque el anterior se había quedado en Bredene. Fue vendiendo mis patines allí, como, de año en año, fue creándose una flotilla en aquella localidad de la costa belga en la cual, junto con aquellos patinistas belgas pioneros, impulsamos la creación de un club que todavía hoy es la principal base del patín a vela que hay en Bélgica”.

Pero, a esos regresos a Bélgica en plan ‘transportista-proveedor’ de embarcaciones, Depoorter sumó otras iniciativas para divulgar y promocionar el patín fuera de España. En ese sentido, recuerda que “un año, los organizadores de una feria de muestras que iba a hacerse en Bélgica me animaron a tomar parte en el evento. No pude negarme a hacerlo: me dieron gratis el stand para que pudiera exponer un patín porque les constaba que el barco estaba teniendo mucho éxito en la costa”.

Por si no fuera suficiente, el “misionero del patín a vela” consolidó su condición empezando a publicar artículos sobre esta embarcación en revistas belgas, francesas y holandesas.

APROVECHAR EL KNOW HOW

De regreso a España en 1970, Guido Depoorter continuó compaginando su faceta de regatista en las competiciones patinistas de Cataluña con la de divulgador del patín a vela en Bélgica y otros países a través de sus artículos periodísticos.

Si lo hice en Bélgica ¿por qué no iba a poder hacer lo mismo en Sant Antoni?

Pero en su interior empezaba a adquirir vigor la idea de promocionar de un modo organizado el patín a vela en la localidad donde veraneaba. “Si lo hice en Bélgica, ¿por qué no iba a poder hacerlo en Sant Antoni de Calonge?”, recuerda que se planteó al inicio de los setenta.

Aquella idea germinó en el año 1972. Aquella anualidad, hace ahora 45 años, se creó el Club Vela Sant Antoni que acabaría convirtiéndose en la principal base patinista de la provincia de Girona y en la ‘Universidad’ donde se gestó toda una generación de patinistas campeones de España como su propio hijo Joost Depoorter, Jordi Sabater, Adrià Gabarró y el ‘veraneante’ Oriol Castellá, que corría por el Club Natació Barcelona.

Pero antes de que esos chavalines a los que inició Guido Depoorter llegaran a reinar en la clase durante la década de los noventa, Depoorter haría lo que nunca antes ningún patinista autóctono había realizado.

EL LIBRO

Guido Depoorter es especialmente conocido por los navegantes de la clase patín a vela por el libro que escribió sobre esta embarcación y que le valió el premio Herackles del año 1974. Muchos de ellos aprendieron a navegar con este manual publicado por la Editorial Hispano Europea que incluye numerosas imágenes en blanco y negro de navegantes del Club Vela Sant Antoni y de sus hijos.

Escribir el libro sobre el patín a vela fue fruto de una casualidad

Pero lo que la mayoría de lectores de la citada obra desconocen es cómo se gestó ese libro. Según revela Guido Depoorter con un brillo especial en sus ojos grises esta tarde, 43 años después de obtener aquel premio es que “escribir ese libro fue una casualidad”.

El “misionero” del patín a vela, rememora que “una mañana, leyendo La Vanguardia, vi el anuncio de un concurso sobre libros técnicos de deporte. Aunque, en principio, no le presté atención, al cabo de un rato, recordé que contaba con muchísima información sobre el patín a vela, su aparejo, su navegación, la táctica de regatas… Y recordé que, cuando quise aprender a navegar en él, no tuve opción de documentarme con ningún manual y pensé que sería estupendo aprovechar aquella oportunidad. ¡El premio era la edición de la obra ganadora! Si lograba ganar el concurso aquellos que en el futuro quisieran navegar en patín sí podrían tener un libro donde aprender a hacerlo”.

¡Sólo contaba con un mes para poderme presentar al concurso!

La idea estaba muy bien. Pero cuando vio la fecha límite de entrega de originales el corazón le dio un vuelco: “¡Quedaba sólo un mes!”. Pero, tras exclamarse eso, Depoorter lo tuvo claro: “decidí presentarme. Habría que correr mucho pero tenía muchísima información y, con los artículos que había escrito, tenía una idea bastante definida de la estructura que podía tener el libro. Me puse manos a la obra e impliqué a toda mi familia en la recogida de material gráfico para ilustrar la obra. Fueron cuatro semanas de trabajo muy, muy intenso pero, al final, entre todos, conseguimos tener el libro listo para la fecha límite del concurso y concurrimos a él”.

Guido Depoorter estaba en Francia por motivos de trabajo cuando un atardecer le llamó al hotel su mujer Claire. El jurado del premio acababa de emitir el veredicto. La obra había resultado ganadora del Premio Herackles 1974 y la iban a publicar.

RECATE DE UN PATINISTA NÁUFRAGO

Pero esta tarde de febrero en la que el salón de la casa blanca de Guido Depoorter ha empezado a llenarse de sombras a raíz de la caída del sol, el escritor, periodista, divulgador, profesor, argonauta y “misionero” del patín a vela se da cuenta de que “de todo aquello, ahora hace ya muchos, muchos años”. Le detecto cansado. Su mujer Claire, sentada en el otro sofá del salón, le mira. Ha dejado sobre su regazo, el libro que ha estado leyendo durante la entrevista.

– Guido, ¿quieres beber alguna cosa? Y a usted, ¿qu Pero, tal vez de lo tirte adando de espaldas.

Ambos le damos las gracias pero rehusamos la invitación. Le pregunto a Depoorter sobre alguna ‘aventura’ que le impactara como navegante.

“Hace años, rescatamos a un patinista náufrago. Estaba como a dos millas de la costa delante de Lloret de Mar. Había perdido el patín. Tuvo suerte de que, regresando del trabajo, divisara en la lejanía un patín que me pareció a la deriva. Salimos con un amigo en la zodiac del club y nos dirigimos hacia la embarcación. Al llegar constatamos que el patrón no estaba y optamos por ir en la dirección contraria en la que se había ido desplazando el patín. Al final, tras mucho navegar descubrimos a lo lejos algo que nos pareció una cabeza humana. Nos acercamos y allí estaba el patinista: nadando de espaldas e intentando llegar a playa.

¿Esa fue su mayor satisfacción como navegante?

Fue una de las más relevantes. Siempre conforta sentirte útil…

Hemos hablado de su libro. ¿Es esa la principal aportación que usted cree que le ha dado al patín a vela?

Sería una más. La aportación que más me satisface es haber enseñado a muchísimas personas a disfrutar del patín a vela. He enseñado a todo aquel que ha querido aprender. Aquí en Sant Antoni puede haber un centenar de patinistas y creo que les he enseñado a todos. Y creo que debo haber sido el que más patines he arreglado aquí y en Bélgica.

¿Y a usted que le ha dado el patín a vela?

Un montón de experiencias memorables, de amigos con los que he podido compartir la alegría de navegar en este tipo de barco.

Los tiempos han demostrado que los barcos del futuro no son de madera

Ha cambiado mucho el patín a vela desde que usted se compró el primero en 1965. ¿Cree que se ha complicado?

(Sonríe) Ha ‘crecido’ con los años, ha evolucionado. Pero su esencia continua siendo la misma y eso es un mérito. Por otro lado, no me parece que se haya complicado tanto.

Usted impulsó la era definitiva del patín de fibra. En el futuro, ¿los patines serán sólo de fibra?

Aunque es cierto que gracias a la madera, el patín es hoy lo que es, de lo único que estoy seguro es que de madera no será. Opino que los tiempos han demostrado que los barcos del futuro no son de madera. De todos modos, el futuro del patín no depende sólo del material con que esté fabricado.

¿De qué depende pues?

De que gane adeptos y de que cuente con gente que quiera actuar de “misionero” del patín como he hecho yo y que lo he hecho con muchísimo gusto y sin objetivo lucrativo alguno. De todos modos, reconozco que tal vez habría ido bien que hubiera habido gente con un mayor espíritu comercial que el mío para que el patín lograra una mayor difusión y expansión.

En otros deportes, la participación de la mujer ha propiciado el crecimiento de practicantes…

El patín lo veo muy masculino. Lo prueba el carácter excepcional de las navegantes con que cuenta. Aunque han pasado muchos años, siguen siendo una minoría muy minoritaria.

Otra esperanza de crecimiento de la clase patín a vela son los patinistas junior. Sus regatas cada vez cuentan con más participantes.

El junior es una buena fórmula para el crecimiento de la clase, pero no hay que olvidar que los niños, cuando se hacen mayores, descubren muchas otras cosas, tienen otros alicientes, otros deportes, otras actividades, otras prioridades y, al final, el contingente que pueda pasar del junior al senior acaba reduciéndose. Pienso que en el futuro, como ya sucede ahora, la mayoría de patinistas seguirá estando formada por personas que no habrán empezado con el patín junior.

Tras haber vivido cerca de 60 años de la clase patín a vela y de su asociación, Adipav, recuerda a alguien que le impactara especialmente.

He conocido a muchas personas durante todos estos años y han sido numerosas las que han llamado mi atención.

Patinistas: facilitad a la gente que quiera aprender a navegar en patín a que lo haga

A pesar de lo que comentaba antes sobre la masculinidad del patín, hoy en día la asociación de la clase, la Adipav, está presidida por una mujer. ¿Es eso una especie de contrasentido?

No tiene por qué. Creo que Ana Pujol, además de una excelente patinista, ha hecho mucho por el patín y creo que es una persona eficiente para desempeñar esa presidencia.

¿Qué recomendaría a los patinistas?

El patín es un barco singular que causa atracción incluso varado en la playa y que, cuando se le ve navegar, todavía es más seductor. Por eso a los patinistas les diría que faciliten a la gente a que prueben el patín. Y que los que sepan navegar y sepan enseñar que enseñen a los que quieran a aprender siendo siempre muy sinceros porque el patín no es para todo el mundo, sino que hay que ser un poco ‘echado p’adelante’. Pero está claro que cuando el patín te engancha, te genera una ‘adicción’ que dura toda la vida. A mi me pasó eso.

Tras concluir la entrevista y de regreso a Calafell, donde vivo, pienso en aquel primer patín que cautivó a Guido Depoorter aquel verano de 1959. Cuando le he preguntado si sabía de quién era me ha dicho que “no lo supe entonces y no lo sé ahora”.

Recuerdo que en la web patícatalàcalafell hablan del primer patín que llegó a la localidad en los años 50. En el site aparece una fotografía del mismo, varado ante el desaparecido Hotel Maricel. Según los responsables de la citada web, aquel primer patín era de Ramón Marimón.

¿Fue ese el patín que desencadenó la pasión de Guido Depoorter?


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