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Cómo vive, entrena y piensa el maratoniano más rápido del momento

Eliud Kipchoge: El lector de sueños

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La sonrisa, uno de los gestos más característicos de Eliud Kipchoge. (Imagen: NN Running Team).

(10-5-2017). El atleta keniano, campeón del mundo, Eliud Kipchoge, hizo el sábado historia al correr 42.195 metros en 2:00:25. ¿Qué hay detrás de esa marca? Explicamos cómo vive, entrena y cuál es la filosofía de vida de este referente del atletismo moderno.

Como niños. Juegan. Se divierten. Una veintena de corredores mantean a Eliud Kipchoge minutos después de haber completado un maratón en el autódromo de Monza. El circuito italiano, acostumbrado a ver circular a los mejores coches de Fórmula 1, a gran velocidad, se transformó en el escenario perfecto para escribir una nueva página en el mundo de los 42.195 metros. Kipchoge vuelve por encima de las cabezas de los atletas, de las liebres que le han ayudado a tamaña gesta. El atleta keniano tiene una sonrisa eterna dibujada en su rostro. No ha bajado de las 2 horas. Pero ha demostrado que el ser humano, aunque el parezca extraterrestre, sí puede hacerlo. Y ahí radica la importancia de este momento. De un corredor único que basa toda su fortaleza en una genética privilegiada y en un carácter y disciplina inquebrantables. Corre tal y como afronta la vida, sin dar pasos en falso. Todo está medido, casi hasta la saciedad. No deja nada al azar. No es de extrañar, pues, que en su habitación de Kaptagat –una localidad a 40 kilómetros de Eldoret-, tenga esta frase colgada en la pared: “Si quieres tener éxito, respeta una regla: Nunca te mientas a tí mismo”. Es una frase de Paulo Coelho.

Lo que dice Patrick Sang va a misa

Eliud Kipchoge es un profesional de la cabeza a los pies. Sin embargo, detrás de un gran corredor siempre hay un gran entrenador. Onni Niskanen con Abebe Bikila o Renato Canova en los mejores años de Kenenisa Bekele, por poner dos ejemplos. La sombra de Kipchoge es su compatriota Patrick Sang (el que fuera medallista de plata en los 3.000 metros obstáculos de los Campeonatos Mundiales de Atletismo en 1991 y 1993 y en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992). Eliud tiene una confianza ciega en él. No discute ninguna de las apreciaciones ni entrenos que le marca Sang. De hecho, su relación con él, como nos cuenta el atleta catalán afincado en Kenia Marc Roig, va incluso más allá. “Le tiene una reverencia máxima”, en palabras de Roig.

Eliud vive como un ermitaño en el training camp de Global Sports, en Kaptagat. Desde el lunes por la tarde, hasta el sábado por la mañana, cuando se traslada hasta Eldoret para estar con su familia. La habitación que tiene en Kaptagat es vulgar. Y corriente. Sin lujos. Sin superficialidades que le desvíen del camino. En una construcción de ladrillo y techo de uralita. De todos modos, tiene todo lo necesario para vivir, correr, entrenar y descansar. No necesita nada más. El dinero y las comodidades que éste reporta no le harán correr más rápido, no le convertirán en un mejor maratoniano. Fiel a sí mismo, piensa que ya tendrá tiempo para disfrutarlo cuando abandone la élite del atletismo mundial.

Correr detrás de un coche

Kipchoge es un atleta que quiere controlar todos los detalles. Es meticuloso. Eso sí, confía en los demás y se deja asesorar. Siempre. Cuando entró a formar parte del proyecto Breaking2 de Nike, los responsables le comentaron que debía practicar el hecho de correr tras un coche. Él, como siempre, se mostró condescendiente con los consejos.

Y los siguió, al pie de la letra. No paró de correr, junto a Marc Roig, domingo tras domingo. Siempre tras las huellas dejadas por un coche que les precedía por las carreteras cercanas a Eldoret. Marc sabe bien lo que es correr junto al actual campeón olímpico, un hombre que ha ganado 7 de los 8 maratones que ha disputado. Corre junto a él, cada martes y también algunos jueves. Incluso, aunque de forma excepcional, Eliud se somete a las manos de Roig, fisioterapeuta de profesión. El atleta de Sant Pol de Mar tiene el honor de haber trabajado junto a los 2 mejores maratonianos del momento. Colaboró durante medio año con el proyecto Sub2 de Etiopía con el campeón Kenenisa Bekele y ahora, afincado ya en Kenia (la mujer de Marc es kenyana), lo hace junto a Kipchoge.

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Eliud Kipchoge ha asegurado que seguirá intentando romper la barrera de las dos horas en maratón. (Imagen: Werunproject).

Beber más a menudo

La minuciosidad del hombre más rápido de la historia en completar un maratón también se notó en los avituallamientos del proyecto llevado a cabo en Monza. En el Breaking2, debía beber en cada vuelta. Esto es, cada 2,4 kilómetros. Él no está acostumbrado a beber tan a menudo en una prueba de 42.195 metros. De hecho, en los 8 maratones en los que ha competido, tal y como hacen la mayoría de sus compatriotas, bebe agua y bebidas isotónicas cada 5 kilómetros. Nunca antes. No obstante, para adaptarse al método utilizado en este experimento que buscaba –y seguirá buscando- romper barreras, científicos y asesores del proyecto le recomendaron que lo hiciera en cada vuelta. Y lo hizo. Sin rechistar.

El Mundial de cross, desde casa

El camino que hay detrás del Breaking2 es largo. Es una iniciativa que no va a parar, a pesar de no haber visto cumplido, al 100%, su objetivo de bajar de las 2 horas en un maratón. En su proceso de preparación, Eliud concentró todos sus esfuerzos y energías para el día D y la hora H. Desde que se colgó la medalla de oro en el maratón olímpico de los Juegos Olímpicos de Río, Kipchoge no había vuelto a correr ningún maratón en competición. Eliud no corrió, evidentemente, el maratón de Berlín del pasado mes de septiembre en el que el etíope Kenenisa Bekele ganó y estuvo a punto de batir el récord mundial de Denis Kimetto. Bekele se quedó a tan sólo 6 segundos del 2:02:57 que, ahora mismo, es el récord oficial de la distancia. Eliud tampoco participó en el maratón de Londres de este año, hace escasamente 3 semanas, donde hubiera defendido el título y la gran marca lograda en 2016 (2:03:05, la 3ª mejor marca oficial de la historia). Más allá de no tomar parte en ningún gran maratón y reservar sus fuerzas, su proceso de preparación incluso fue más allá. Incluso declinó asistir, como espectador, al Mundial de cross que se disputó en Kampala (Uganda) y en el que su compatriota Geoffrey Kamworor revalidó el título mundial. Kipchoge tenía entre ceja y ceja un número. Bajar de esas 2 horas. Ser el primer hombre en la historia en terminar un maratón y ver que el primer número del tiempo final empezaba por 1.

Otro sueño por cumplir

Pero Kipchoge reconoce “ser humano, no soy una máquina”, tal y como hizo en la rueda de prensa posterior al evento en Monza. Es como si pidiera disculpas por no haber podido conseguir el reto. Hasta el kilómetro 35 lo tenía en las piernas. Siempre lo tuvo en la cabeza. Sin embargo, en sus propias palabras, admite que fue “incapaz de mantener el ritmo exacto” que le marcaba ese artilugio con un láser encima del asfalto. Y va más allá, optimista. “Estamos a tan sólo 25 segundos de conseguirlo. La esperanza es real, así que vamos a mantener el fuego vivo”.

El campeón de 32 años ha hecho del maratón una distancia echa a su propia medida. Como un traje que se le agarra al cuerpo, como una segunda piel. Hasta el agosto del año pasado, Eliud Kipchoge tenía un sueño. Coronarse como campeón del maratón olímpico. Y lo logró. Ahora, el oriundo del tan aclamado Valle del Rift, con esa sonrisa que surca su cara marcada por unos caminos sin fin que denotan más experiencia de la que marca su edad, quiere escribir una nueva página en la historia que empezó Filípides. Inteligente, táctico, paciente, lee la vida con calma. De la misma forma que, lector voraz, pasan por sus manos decenas de libros durante su tiempo libre tras los entrenos. Kipchoge firma su propia historia, acompañada de sacrificio y constancia.

Y en la novela de su vida ya hay un nuevo propósito: Bajar de las 2 horas. Breaking 2.


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