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Claves del ejercicio físico en la prevención y tratamiento del cáncer

Claves del ejercicio físico en la prevención y tratamiento del cáncer

Mario Redondo explica que "el ejercicio es fundamental y por ello creemos que la sociedad tiene que conocer la importancia de la actividad física en la prevención de enfermedades. Imagen: Freepik.

(21-10-2022). El ejercicio es una herramienta fundamental para prevenir el cáncer debido a que tiene la capacidad de regular muchos factores de riesgo que pueden colaborar a que éste aparezca o se desarrolle. El especialista Mario Redondo, desde CRIS contra el cáncer, nos da las claves.

Mario Redondo es Fisioterapeuta y Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el deporte por la Universidad Europea de Madrid.

Mario Redondo es asesor científico en ‘Deporte y cáncer’ de la Fundación CRIS contra el cáncer. Asimismo, es especialista en ejercicio físico para pacientes con cáncer y preparador físico especialista en entrenamiento de fuerza por la entidad americana NSCA (National Strenght and Conditioning Association). Fundador de su propio centro de entrenamiento personal en Madrid para pacientes con cáncer y supervivientes de cáncer al que acuden en la actualidad más de 100 pacientes desde 2016. También colabora con la Universidad Europea en proyectos de investigación relacionados con este tema y es ponente experto en numerosas actividades organizadas por hospitales y asociaciones de pacientes como referente en su tema.

Redondo ha sido ponente del seminario online ‘El ejercicio como agente de prevención en el cáncer de mama’ organizado por CRIS, donde ha hablado de la importancia que tiene el ejercicio y la actividad física en la prevención de enfermedades como el cáncer de mama. Asimismo destaca la importancia que tiene el músculo en la salud, así como el hecho de  desarrollar un adecuado nivel de condición física que nos permita envejecer de la mejor manera posible, previniendo las enfermedades crónicas del siglo XXI relacionadas con el envejecimiento.

La prevención

Mario Redondo explica que “el ejercicio es una herramienta fundamental para prevenir el cáncer debido a que tiene la capacidad de regular muchos factores de riesgo que pueden colaborar a que este aparezca o se desarrolle”.

El especialista resalta que “estamos convencidos de que para combatir estos factores de riesgo son importantes la prevención de la obesidad, la mejora del funcionamiento del sistema inmunitario y la reducción de la inflamación de bajo grado. También son importantes, por sus propiedades antitumorales, una serie de proteínas musculares llamadas miocinas. Son capaces de atenuar los puntos clave del desarrollo del cáncer, y reducir el riesgo de 10 tipos de cáncer, entre los cuales se encuentran aquellos con mayor incidencia y prevalencia en nuestra sociedad, como el colorrectal, de próstata y mama”.

“El ejercicio es fundamental”, añade, “y por ello creemos que la sociedad tiene que conocer la importancia de la actividad física en la prevención de enfermedades como el cáncer de mama”

¿Y durante el tratamiento?

Redondo asegura que “el ejercicio durante el tratamiento es fundamental, ya que posee la capacidad de mejorar la calidad de vida de los pacientes reduciendo la fatiga y el dolor. También reduce efectos secundarios de la medicación que pueden condicionar un mal mayor en un futuro como problemas cardíacos”.

Es importante destacar, prosigue, que “el ejercicio físico permite que se completen mejor las terapias, y que éstas actúen de manera más eficaz colaborando con el tratamiento convencional. Queremos destacar que el entrenamiento de fuerza, y mantener unos adecuados niveles de fuerza y masa muscular, permitirán al paciente evitar toxicidades durante su proceso, y reducirán el tiempo de hospitalización y complicaciones”.

Al finalizarlo

El ejercicio, al finalizar el tratamiento, permite también mejorar la calidad de vida al reducir efectos adversos del proceso. Además, mejora ciertas secuelas sumamente importantes cómo la pérdida de densidad mineral ósea, ganancia de tejido adiposo visceral o también las pérdidas de masa y fuerza muscular.

“Tenemos evidencias de que los sujetos que al menos realizan un entrenamiento de fuerza a la semana y se mantienen físicamente activos, poseen un 33% menos de riesgo de muerte frente a los que no lo practican. También sabemos que las mujeres supervivientes de cáncer de mama que poseen menor masa muscular, a 5-10 años tienen mayores complicaciones y mortalidad. Es por ello por lo que mantener una adecuada condición física tras superar la enfermedad es fundamental. Recientemente se ha publicado un estudio que asocia mayores niveles de actividad física a un menor riesgo de metástasis”.

Mario Redondo aconseja ejercitarse con entrenamiento de fuerza, según sea nuestro nivel, con nuestro peso corporal, pesas, barras, máquinas, gomas o los implementos que tengamos. Lo importante es que se adapten a nuestra condición, afirma. Imagen: Freepik.

Pautas de actividad física

En cuanto al tipo de pautas de actividad física que son las más recomendadas en la prevención como durante la enfermedad, son muy parecidas.

“Por ello desde CRIS contra el cáncer, hacemos las mismas recomendaciones que diferentes organismos. Nos hablan de realizar al menos 150-300 minutos de actividad física de moderada intensidad o 75-150 minutos de actividad física de alta intensidad”.

A esta recomendación “debemos añadir también al menos dos días de entrenamiento de fuerza para nuestro nivel, independientemente de que sea con nuestro peso corporal, pesas, barras, máquinas, gomas o los implementos que tengamos. Lo importante es que se adapten a nuestra condición”, afirma.

“Añadir que el trabajo tipo SIT o HIIT vendría a ser una gran opción para aquellas personas que dispongan de menos tiempo, siempre y cuando esté indicado para ese paciente”, detalla.

La importancia del músculo

Mario Redondo explica que el músculo compone al menos el 40% de nuestra superficie en sujetos sedentarios. Pero en personas activas que además entrenan fuerza el porcentaje es mucho mayor.

Este es un órgano endocrino con la capacidad de liberar un sinfín de sustancias con muchas propiedades positivas para nuestro organismo, llamadas miocinas. Estas poseen acciones que van desde regular los niveles de glucosa en sangre, movilizar nuestro sistema inmunitario o permitirnos prevenir la obesidad o lidiar con el tejido adiposo visceral.

Es por ello que contraerlo y mejorar los niveles de fuerza se asocia con mejor salud y menor riesgo de muerte por cualquier causa. Estos beneficios se observan incluso en sujetos que poseen un tejido adiposo elevado.

Por ello y dada la relevancia que tiene en salud el entrenamiento de fuerza podríamos decir que es la herramienta idónea para darle un estímulo y preservar nuestra masa muscular a lo largo del envejecimiento, confirma el especialista.

Recomendaciones y precauciones

Para finalizar, Mario Redondo afirma que “la primera recomendación que os daríamos desde CRIS contra el cáncer  es romper el sedentarismo. La cantidad de literatura científica que demuestra que los sujetos menos activos poseen más problemas de salud es aplastante. Por ello, el primer paso es levantarnos y movernos, ser sedentario no debe ser una opción”.

Una vez que hayamos conseguido esto deberíamos intentar buscar alguna actividad que nos permita disfrutar y mantener la adherencia, para que sea un hábito que podamos mantener para toda la vida, aconseja.

“Por otra parte, si queremos ir más allá para envejecer mejor, o si desarrollamos una enfermedad crónica, recomiendo poneros en manos de un profesional, ya que el proceso será más eficiente, llevadero y adaptado a la situación”.

Por último, “hay que recordar que deberíamos implementar al menos un día en semana el entrenamiento de fuerza que nos permitirá tener unos huesos, músculos y metabolismo más sano para prevenir enfermedades crónicas”, concluye Mario Redondo.

Referencias: (Font-Burgada et al., 2016), (Hojman, 2017), (Hojman et al., 2018), (Stout et al., 2017), (Fairman et al., 2017), (Scott et al., 2018), (Shiroyama et al., 2019), (Caan et al., 2018; Prado et al., 2009), (Stout et al., 2017), (Winters-Stone et al., 2011), (Irwin et al., 2015),  (Hardee et al., 2014), (Villaseñor et al., 2012), (Zheng et al., 2022), (Yoon et al., 2017), (MacInnis & Gibala, 2017), (Fiuza-Luces et al., 2013), (Newman et al., 2006), (Srikanthan et al., 2016), (Cannataro et al., 2022), (Booth et al., 2012), (Newman et al., 2006).

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