(29-11-2024). Quien más, quien menos, todo aquel que haya caminado o corrido lo suficiente ha sufrido ampollas alguna vez, un mecanismo de protección del propio cuerpo. Los especialistas de Lorpen nos dan varios consejos.
Pocas cosas habrá que, siendo evitables, puedan amargarnos una jornada de montaña en la medida en la que puede hacerlo una ampolla. En una actividad en la que se dan miles de pasos, algo que duele en cada uno de ellos es sin duda un serio obstáculo para el disfrute.
Los especialistas de Lorpen afirman que, quien más, quien menos, todo aquel que haya caminado o corrido lo suficiente ha sufrido ampollas alguna vez. Sin embargo, este es un problema más fácilmente evitable hoy que hace unos cuantos años, pues los avances en el diseño y la innovación en los procesos de fabricación y los materiales nos han permitido disfrutar de un calzado ergonómico y de calcetines técnicos de altas prestaciones que minimizan la aparición de ampollas.
¿Por qué se forman las ampollas?
Aunque parezca mentira, las ampollas son un mecanismo de protección del cuerpo. Este, al detectar el daño en la epidermis, forma una pequeña vesícula que separa la piel dañada e interpone un líquido seroso cargado con los nutrientes necesarios para formar una nueva capa.
Esto ocurre no solo con las ampollas por rozadura, que son las que nos ocupan aquí, sino con todo tipo de lesiones epidérmicas, como las quemaduras. Es importante comprender este mecanismo, porque está bastante extendida la creencia de que las ampollas hay que reventarlas para que curen. No es así y, de hecho, debe evitarse en la medida de lo posible, pues al drenarlas, lo que en realidad estamos haciendo es retrasar su curación y abrir la puerta a potenciales infecciones.
Dos tipos en las ampollas por rozadura
En el caso de las ampollas por rozadura podemos encontrar dos escenarios típicos. En el primero, el calzado o el calcetín no se ajustan bien al pie o no son apropiados a la actividad y las ampollas aparecen relativamente rápido. Aquí la molestia es anterior a la aparición de la vesícula, así que el problema es fácil de anticipar, y la solución es obvia: hay que desechar el calzado y el calcetín o, por lo menos, darles otro uso.
En el segundo caso, el calzado y el calcetín se ajustan perfectamente al pie y son adecuados al deporte que vayamos a practicar, pero la actividad resulta tan intensa que, al final, el roce constante, por muy mínimo que sea, acaba originando una ampolla.
Es un problema relativamente frecuente en el Trail Running, donde la intensidad del ejercicio y la reiteración del movimiento hacen que los pies sufran mucho. Tampoco ayuda el hecho de que el terreno de juego sea irregular y los constantes cambios de pendiente nos obliguen a forzar mucho la postura del pie. Y por supuesto, está el tema de la sudoración. Al humedecerse, la piel se ablanda y se vuelve más sensible al rozamiento.
Unos calcetines técnicos, por muy buenos que sean, nunca van a prevenir la aparición de ampollas en el primer caso, cuando el problema es que el calzado es inadecuado; pero sí que pueden evitarnos el sufrirlas en el segundo caso, cuando el origen de las ampollas está en la intensidad de la actividad. No existe un tratamiento mágico que se pueda aplicar a los calcetines para que eviten la aparición de ampollas. Lo que sí existe es una combinación de tecnologías que inciden sobre las causas que originan las ampollas, a saber: la presión constante localizada y la humedad, concluyen desde Lorpen.
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