(7-6-2017). ¿Ayudamos realmente a nuestros hijos cuando participan en competiciones? La psicopedagoga y terapeuta familiar, Cristina Regué, nos explica cómo optimizar nuestra labor en ese sentido, así como qué podemos hacer para ayudarles a gestionar las victorias y derrotas.
Ciertas voces cuestionan la idoneidad del deporte de competición en la formación de los niños y niñas de 8 a 15 años por el temor de que éste pueda generarles un espíritu competitivo que les merme valores como el compañerismo o la solidaridad y que refuerce el ‘todo vale’ que, en ciertos círculos, parece enarbolarse como garantía de supervivencia en la sociedad actual. Para la psicopedagoga y terapeuta familiar, Cristina Regué (Barcelona, 1974), “la competición da sentido a la práctica deportiva y no tiene nada de negativo para nuestros hijos, siempre y cuando les acompañemos en su disfrute”.
Regué que, asimismo, es fundadora del gabinete psicopedagógico Improving BCN, añade que “la competición aporta muchos valores positivos como el esfuerzo, el compañerismo, el juego limpio, el sentirse sano, la evasion, la socialización etc, toda vez que aporta a los niños un punto de tensión que les ayuda y motiva en la progresión de los aprendizajes realizados en el deporte en el que compiten”.
-Una progresión que se constata tanto en la victoria como en la derrota…
-Por supuesto. Tanto si el niño o niña gana como pierde el partido, la carrera o la regata, pone en práctica lo que ha aprendido. Y si acude con sus padres, puede mostrarles la evolución seguida con los entrenanamientos que ha hecho. Asimismo, la competición aporta un punto de aprendizaje de la gestión de la tensión y de los nervios que toda competición comporta.
-A veces, esa tensión de la competición, así como el querer hacerlo bien ante sus padres, puede inquietar al niño o niña.
-Debemos propiciar a nuestros hijos el disfrute de todos los momentos que viven. Y la competición debe vivirse como un momento más de sus vidas. Por eso siempre insisto en que los padres deben acompañar a sus hijos ayudándoles a vivir positivamente la experiencia y primando el valor del esfuerzo sobre el del resultado.
Es conveniente que el deporte en el que compiten nuestros hijos haya sido bien escogido en virtud de su temperamento
-¿Qué acciones serían las más recomendables que los padres realizasen con sus hijos en las competiciones?
-Es muy conveniente que el deporte en el que compiten nuestros hijos haya sido bien escogido en virtud de su temperamento, así como de las oportunidades que esa disciplina podrá ofrecerles y de los valores que deseamos para ellos. También es importante que en esa elección del deporte en el que competirán los niños, sus padres evalúen los referentes que tendrán procedentes del Club para el cual compiten y del entrenador, así como de los valores que les transmitirán.
-Cada niño es distinto y, por tanto, esa selección del deporte debe ser analizada minuciosamente. ¿Es así?
-Sin duda. Cada niño se enfrenta al deporte y a la competición de un modo distinto. No todos los niños son igual de ágiles o diestros, ni tampoco reaccionan igual ante determinadas situaciones. A unos hay que animarlos, mientras que otros se animan solos. Por eso, los padres deben propiciar en sus hijos que éstos perciben su compañía.
-Debe ser de gran ayuda para los padres que a éstos les guste el deporte que practican sus hijos, ¿no?
-Claro. Propicia que se diviertan más, que puedan entender mejor las diversas etapas de aprendizaje que atraviesan sus hijos. De todos modos, también se dan casos de padres a quienes, inicialmente, no les gusta demasiado el deporte en el que compiten sus hijos pero, con el tiempo y las experiencias compartidas con sus hijos en él, acaban pasándolo muy bien.
-¿Y qué actitudes recomendaría a los padres en las competiciones de sus hijos?
-Todas aquellas que valoren el esfuerzo por encima de los resultados. Actitudes que favorezcan en sus hijos el saber ganar, el saber perder y el juego limpio. Y ello se puede promover tanto antes del partido o la carrera, como desde las gradas y tras la competición.
Los padres deben escuchar y evitar la exigencia de resultados y las críticas, así como ‘hacer de entrenadores’
-¿Qué deben evitar los padres?
-Sobre todo el no escuchar. También el presionar exigiendo resultados. Y las críticas y el pretender hacer de ‘entrenadores’ o demostrar que saben más que sus hijos. Por norma general, a los niños les sucede como a los adultos, que tras una competición comentan momentos de aquella. Hay que dejar que surja esa atmósfera para comentar pero sin forzarla. Los niños mismos, sin necesidad de presionarles, explicaran cuando quieran cosas de su competición porque, como decía, desean hacerlo porque quieren ser escuchados. Y ese momento es muy importante porque cuando verbalizan los momentos o jugadas que les parecen más interesantes descubren los aciertos realizados y los fallos cometidos. Hay que confiar en el espíritu autocrítico de ellos mismos porque lo tienen. Y esa revisión de la prueba les permite afianzar etapas de aprendizaje y descubrir por sí solos cómo hacerlo mejor en el próximo partido, carrera o regata.
-Ha comentado que no es bueno exigirles resultados. ¿No puede eso generar una falta de implicación?
-En absoluto. A todo el mundo le gusta ganar por el reconocimiento público que ello conlleva. Todos los niños quieren ganar pero es mejor poner el acento en el proceso de aprendizaje, en que lo disfruten porque si únicamente se da valor al resultado se les condiciona hacia la frustración.
A menudo, se asocia demasiado la diversión con la victoria
-Hace muchas referencias al disfrute durante el proceso. Me llama la atención que muchos campeones se refieren también a eso y que reconocen rehuir la presión del resultado para sentirse más equilibrados y potenciar así mejor sus virtudes competitivas.
-Es que, a menudo, se asocia demasiado la diversión con la victoria. Son muy pocos los padres que, tras una competición, preguntan a sus hijos si se han divertido y, en cambio, muchos los que preguntan ‘como has quedado?’ o ‘has ganado?’ O que, directamente se lanzan a criticar tal o cual jugada. Pero el partido se ve muy distinto desde la grada y desde el terreno de juego. Por eso insisto en que hay que dejarles hablar y escucharles siempre con espíritu positivo. Cuanto más se les cuestione o critique, más se encerrarán en sí mismos, menos dispuestos estarán a compartir sus experiencias, y mayor riesgo habrá de que, a medio o largo plazo, opten por abandonar aquel deporte y/o la competición.
-¿Deben acompañar padre y madre a la competición de su hijo o hija?
-Más bien creo que cada uno de ellos debe implicarse en la medida que quiera. No soy partidaria de homogeneizar el nivel de implicación de ambos. En lo que sí deben coincidir completamente es en los valores que fomentan y en esa actitud de escuchar.
-¿Cómo pueden ayudar los padres a que sus hijos gestionen bien sus éxitos deportivos?
-Siendo unos buenos referentes para sus hijos. Y esos referentes los niños los entienden y asimilan mejor con los hechos que con las palabras y, además, son eficaces detectores de incoherencias entre los dichos y los hechos. No se puede promover de palabra el juego limpio si desde la grada se gritan consignas violentas.
Las victorias deben celebrarse con mesura y educación y mostrar a nuestros hijos que hay muchas más cosas en la vida que también se pueden celebrar
Pero volviendo a la gestión de los éxitos que me planteaba, ciertamente deben celebrarse los éxitos pero como se celebran todas las cosas buenas de esta vida. No es bueno celebrar solo las victorias. Hay que mostrarles a los hijos que hay muchas cosas buenas en la vida que también debemos celebrar. Y, por supuesto, las victorias deben celebrarse con mesura y, sobre todo, con educación. Y eso es algo que, lamentablemente, no se hace de ese modo con la asiduidad que se debiera.
-Y la gestión de las derrotas? Como podemos ayudar a nuestros hijos en esos casos?
-Con naturalidad, poniendo el acento en la oportunidad que esa derrota ofrece para aprender a mejorar. Como todo en la vida, la competición no es más que una maratón de aprendizajes. Y en esa situación es cuando más conviene escucharles. Y sin prisas. Ya llegará el momento en el que quieran hablar de ello. Pero si, desde el primer partido, o carrera o regata se ha generado esa atmósfera de naturalidad y de comprensión de que en toda competición unas veces se gana y otras se pierde pero siempre se aprende, la gestión de la derrota, como la de la victoria, será más fácil y menos ‘trascendental’.
-Eso que dice sirve ‘para todo’, ¿no? Quiero decir que ese mismo planteamiento serviría para la escuela y, luego para su vida de adultos.
-Efectivamente. En la competición no se hace otra cosa que ir acumulando conocimientos y para ello deben superarse etapas, en algunas de las cuales se gana y en otras, se pierde. Todos nos sentimos mejor cuando, ante un problema (o un competidor en la cancha, en el tartán o en el mar), nos sentimos suficientemente preparados para afrontarlo de manera controlada. Esa sensación optimiza nuestros potenciales y propicia que saquemos lo mejor de nosotros mismos.
Debe priorizarse la sensación de fluidez vital
-Sin embargo a veces sucede que nos planteamos retos excesivos…
-Sí. Por eso, a menudo, subrayo que lo que debe priorizarse es la sensación de la fluidez vital. Y eso es útil en la competición, en la escuela y en la vida adulta. Y ello radica en ajustar los retos al nivel de habilidades que se poseen. Si las habilidades son muy elevadas y el reto no está al mismo nivel, el resultado es el aburrimiento. Pero si el reto es superior al nivel de las habilidades que se tienen, ese desafío generará tensión, estrés y frustración. En base a ello, los padres deben buscar que los retos que acuerden con sus hijos sean equilibrados con su nivel de habilidades porque ello es lo que realmente aporta fluidez vital y permite disfrutar de las competiciones… y de la vida en general.
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