(7-11-2018). Puede ocurrir que día tras día de acompañar a los hijos e hijas a entrenar en su deporte, a los padres les pique el gusanillo y decidan levantarse de la grada o de la silla de la cafetería y se animen a practicar el mismo deporte que su descendencia. Una práctica saludable, si se gestiona bien, advierte la psicóloga Clara López, quien alerta de los peligros que este cambio de roles entraña.
Las familias que comparten deporte y competiciones… ¿permanecen unidas? En un alto porcentaje de casos es posible, opina la psicóloga de Mentalidad Deportiva, Clara López. Eso sí, esta situación requiere de una buena gestión. Porque, de lo contrario, “pueden surgir tiranteces en el seno de la familia”, que en el peor de los casos puede acabar provocando el abandono de la práctica deportiva por parte del menor. Y ningún padre, a priori, quiere ser señalado como el culpable de que su vástago haya abandonado el deporte.
Dos posibles escenarios
Clara López considera que la mayoría de casos de padres que comparten afición y práctica deportiva con los hijos se pueden englobar en dos supuestos.
El primero, tiene que ver con que “el progenitor sea un deportista experimentado que estuviera compitiendo previamente al hijo/a y que sea quien introduce al menor en el entorno deportivo de forma natural vivida en la dinámica cotidiana”, describe la psicóloga deportiva. En este caso, opina la profesional, no suele presentar problemas, salvando excepciones, puesto que “el/los progenitores han vivido en primera persona el proceso competitivo y ello hace que se guíe y se acompañe de una forma más realista, calmada y entendiendo de forma adecuada el proceso de mejora deportiva de los menores”.
El segundo escenario estaría protagonizado por algún miembro del entorno familiar (suele ser el que se encarga de acompañar asiduamente al hijo/a a entrenamientos y competiciones) quien se incorpora a la dinámica deportiva. En este segundo caso, “aún bajo la premisa de que el deporte es una herramienta para movilizar el cambio y el crecimiento personal a través de experiencias intensas, relevantes y tempranas, es más susceptible de generar conflicto”.
El comienzo de todo
Estos conflictos o “problemas” que se pueden generar en el segundo supuesto pueden ir, según considera López, desde “simples desacuerdos hasta el abandono deportivo del menor en el peor de los casos”. Pero, ¿cómo se inicia esta situación?
La psicóloga de Mentalidad Deportiva señala que “suele darse en deportes individuales, como natación, tenis, triatlón, atletismo, hípica, entre otros”, en los que se dan una serie de características: “Los entrenamientos son largos, incluso más de dos horas, los lugares de entrenamiento y competición están deslocalizados, y por tanto los desplazamientos tanto para entrenar como para competir son largos y requieren de una organización y planificación familiar más exigente que en otros deportes, y, por último, para iniciarse en ellos no es necesaria una forma física concreta, aunque posteriormente la búsqueda y mejora de esa condición física y técnica se convierta en un propósito”.
Se trata de situaciones en las que “el familiar tiene que, literalmente, dedicar tiempo a no hacer nada para que el menor entrene”. Momento en el que aparecen pensamientos como ‘pues ya que estoy, pido una clase particular y por lo menos me muevo… que no me vendría mal‘.
Se da además otra circunstancia, apunta la experta: “El motor es externo. A los hijos hay que llevarlos sí o sí. No hay excusas como cuando nos apuntamos al gimnasio o empezamos a correr. Es un tiempo que está reservado para ello y, por lo tanto, garantiza la asistencia y por ende la constancia”.
De padre a ‘experto’ en la materia
Y aquí radica la primera situación de riesgo. “Constancia es igual a mejora deportiva (a mayor o menor ritmo, pero se mejora), más si cabe si pasamos de 0 -la cafetería- al todo -de 3 a 5 días de entreno a la semana-. Este proceso de mejora por repetición, no porque seamos cracks, no siempre es visible para todos y algunos nos venimos arriba y nos aparecen pensamientos como ‘esto se me da de fábula‘, ‘lástima que no hubiera empezado de joven‘, ‘entreno como nadie‘, lo cual hace permitirnos el lujo de planificar entrenamientos o dar consejos a otros, con lo que empieza la bola de nieve”, opina Clara López.
Y llega la peor creencia de todas estas: ‘Yo ya llego tarde, pero mi hijo/a…‘. Una frase que suele llevar a plasmar en el hijo los sueños y aspiraciones de los padres, con lo mal que sabemos que pueden acabar estas situaciones.
Aventurarse a la competición
Existe un segundo momento, advierte la psicóloga, que puede llegar a ser fuente de conflictos. “Se da cuando, viendo competiciones, el padre/madre, que ya está iniciado en el deporte y va poco a poco manejando la jerga y alguna otra técnica, se viene arriba y dice: ‘Pues yo con lo que hice el otro día entrenado, hubiera estado ahí en la tabla‘. Evidentemente, esto ocurre porque vernos cada vez más eficaces en una tarea nos alegra a cualquiera, y si nos hace sentir bien, como buenos inconformistas, lo queremos llevar más alto y ¿por qué no? Empezar a competir”.
Este es “un punto de inflexión importante”, señala López, puesto que “el adulto ha cambiado su motivación principal de entrenamiento de aprovechar el tiempo a medirse en el terreno y autoprepararse competiciones”.
Es decir, se produce un cambio de rol, que suele ser automático, precisa la psicóloga deportiva. “No hay un planteamiento acordado y reflexionado, simplemente ha cambiado unilateralmente su rol de padre/madre a compañero de entrenamientos”.
Para el menor, el padre/madre sigue siendo una figura de seguridad con autoridad y respeto suficiente como para dar por ‘válido’ todo aquello que indiquemos
Atención a los cambios unilaterales de roles
Hasta ahí, dice Clara López, “nada tiene porqué ir mal, si se gestiona bien”. Pero la profesional advierte especialmente sobre los cambios unilaterales de roles. “Cambiar de rol implica cambiar la formar de expresarse, cambiar la atención y el cuidado de las zonas donde el menor, como deportista, debe gestionarse de forma autónoma, crecer y aprender, a fin de cuentas”.
Y añade: “El rol de apoyo que prestan los padres/madres que por inexpertos en el deporte dejan que los hijos decidan y CONFÍAN en su criterio para gestionar las situaciones, es fundamental. Conociendo demasiado poco los entornos competitivos (y por conocer poco se entiende: tener menos de 7/8 años de experiencia en competiciones, equivocarse y tener el tiempo para reporsarlas suficientemente como para entender que son parte de un proceso que no se puede acelerar, ni explicar, solo vivir en primera persona), podemos caer en la tentación de, aún con la mejor de las intenciones, torpedear el proceso. Ya que no hay que olvidar que para el menor, el padre/madre sigue siendo eso, una figura de seguridad con autoridad y respeto suficiente como para dar por ‘válido’ todo aquello que indiquemos”.
Si a través del deporte de sus hijos han encontrado su momento de disfrute y de sentirse capaces, por favor, manténgalo en el tiempo todo lo que puedan
Recomendaciones
Antes de realizar recomendaciones para que estas situaciones descritas no se reproduzcan, Clara López destaca “la valentía de esos padres que deciden entrar y disfrutar de los entornos competitivos, lo cual tiene un mérito espectacular”. “Si a través del deporte de sus hijos, han encontrado su momento de disfrute y de sentirse capaces, eficaces, que por favor lo mantengan en el tiempo todo lo que puedan, a pesar de que los hijos en un momento determinado cambien de deporte o de prioridades”.
Y dicho esto, entramos propiamente en los consejos. “Sí que les pediría a los padres y madres que fueran conscientes de ese cambio de perspectiva, en el que ya no están haciendo algo para sus hijos -llevarlos a entrenar y a competir-, sino para ellos mismos. En ese momento son ellos los que han decidido ser deportistas. En resumen, que ‘ahora no solo hago esto para ti, sino también para mi’.
“Que recuerden que no comparten un deporte porque buscaban empezar a hacer algo juntos -este sería tema de otro artículo-, que no fue el propósito inicial y no hay que autoengañarse”.
Por último, “si les cuesta diferenciar los roles, puede funcionar diferenciar espacios y momentos como, por ejemplo, tener entrenadores distintos y/o asistir a competiciones distintas, en las que ambos puedan intercambiarse los papeles de competidor/animador”.
Información de contacto
claralopez@mentalidaddeportiva.com
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