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El aventurero explica en una entrevista su reciente expedición al Polo Sur

Albert Bosch: “El día de Navidad fue el más peligroso de toda la expedición”

(17-1-2012). Tras cumplir su gran reto, llegar al Polo Sur sin asistencia, y hacerlo solo tras la retirada de su compañero Carles Gel, Albert Bosch explica cómo ha sido la experiencia. Ahora Bosch, que ha ido equipado con Grifone en su expedición, sueña con comer una “escudella” y disfruta del éxito mientras se recupera físicamente.

Acabas de volver de conseguir un gran reto, llegar al Polo Sur sin asistencia. 67 días, 1200 km… ¿cómo estás? ¿Cómo te sientes?
A nivel mental y energético estoy perfecto. Estoy feliz por lo conseguido, satisfecho por el trabajo realizado, eufórico por estar con mi familia, orgulloso por haber dado todo lo que podía en este reto y agradecido por el reconocimiento que la gente y los medios me han hecho. Pero a nivel físico estoy bastante triturado.

¿Qué es lo primero que pasó por tu cabeza cuando conseguiste el objetivo?
Por un lado un pensamiento profundo de satisfacción, felicidad. Sentí que muchas cosas, esfuerzos y sacrificios tomaban sentido de golpe. Por otro lado se me despertaron las ganas de la comodidad propia de nuestra vida normal, especialmente por lo que se refiere a la comida. Quería comer mucho y de todo. Y en tercer lugar, notaba ya cierta nostalgia por lo que dejaba atrás, porque el conectar de nuevo con la civilización significaba apartarme de aquel mundo tan puro, tan inmenso, tan especial, tan bello, tan relajado.

¿Cómo te sentiste cuando tu compañero Carles Gel tuvo que abandonar?
Por un lado sentí una gran decepción y pena, tanto por él que tenía que renunciar a un gran proyecto y a un sueño que llevaba gestando desde hacía muchos años, como por mí por el hecho de tener que afrontar el resto de la expedición en solitario. Pero por otro lado me sentía confiado, con la necesidad de continuar, de intentarlo. Llevaba muchísimo tiempo trabajando muy duro para poder conseguir realizarlo. Incluso me había operado de la apendicitis de forma preventiva . Me sentía con la necesidad y la convicción de que tenía que luchar hasta dónde pudiese llegar, pues hasta entonces casi no había hecho nada, aparte de aguantar en una tienda durante 15 días. Estaba bien físicamente, tenía el material adecuado, disponía de combustible y comida… sólo veía una dirección, la del Polo Sur.

¿Cómo ha sido tu dieta durante la aventura?
En la tienda, dónde cenaba y desayunaba lo hacía a base de alimentos liofilizados, acompañados de queso, embutido, frutos secos, turrón… Durante la marcha, únicamente consumía productos energéticos.

Y, ¿qué es lo primero que has comido al llegar a casa?
Llevo unos días en España y cada día he comido en algún restaurante bastante bueno para celebrarlo con alguien o darme un pequeño homenaje. En mi casa lo primero que comeré será una tradicional “escudella y carn d’olla”, un cocido típico de Catalunya. Sueño con él, pero mientras, devoro todo lo que me pasa por delante.

Para terminar, ¿qué momento destacarías de estos 67 días?
Dejando aparte la llegada, que fue un momento de clímax total, destacaría cuatro momentos especiales; todos los días que estuve con Carles, en los que tuvimos una situación climatológica radicalmente adversa que nos obligó a permanecer 13 días en la tienda. Cuando me quedé solo. Al llegar al paralelo 85 de latitud sur, era el ecuador de la expedición, y allí vi por primera vez que era factible completar el reto. Estaba eufórico. Y también destacaría el día de Navidad, pero no por la añoranza de la familia en un día tan destacado, pues este tema ya lo había trabajado mucho mentalmente durante muchas horas de marcha, sino porque me desvié de la ruta y me metí en una zona infestada de grietas, de la que me costó mucho salir, y donde pasé la situación de más miedo y peligro de toda la expedición.


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