(27-9-2019). Quim Esteba rememora en este artículo un recuerdo de su adolescencia en el que Guido Depoorter dejó con un palmo de narices a un alto cargo de la IYRU. El comisario de la International Yatch Racing Union quedó boquiabierto ante Depoorter al conocer el jovencísimo equipo de oficiales de regata con que contaba para organizar un mundial juvenil.
“Conocí a mi querido Guido Depoorter sobre el año 1970, cuando yo tenía unos 8 años. Por aquellos tiempos, fundó y presidió el Club de Vela Palamós (es decir, antes de que fundara el Club Vela Sant Antoni). En aquella junta directiva del Club Vela Palamós, Guido contó con mi padre como miembro de la misma y ambos mantuvieron siempre una muy buena amistad y un gran respeto mutuo.
Guido era de aquellas pocas personas a las que admiro por la capacidad que tienen de animar a la gente a participar de forma altruista y voluntaria en cualquier acontecimiento. Era capaz de movilizar a todo el mundo que pasara por su lado gracias a su gran educación y a su poder de convicción. No en vano, le precedían el trabajo bien hecho y sus brillantes e innovadoras ideas. Era un culo-inquieto y, sin embargo, nunca le veías estresado ni nervioso. Lo tenía todo bajo control.
VISITA DE UN ALTO CARGO DE LA IYRU
Hará cosa de unos ocho años, estábamos Guido y yo sentados sobre alguno de los patines que hay delante de su casa. Me recordó con los ojos brillantes y una amplia sonrisa en su boca que por aquella maravillosa época (estaríamos hablando del año 1974) en la que yo tendría unos 11 años, recibió la visita de un alto cargo de la IYRU (International Yacht Racing Union) mientras estaba a punto de arrancar el Campeonato del Mundo Juvenil que organizaba el Club Vela Palamós. Guido, como Presidente de la entidad, fue requerido por el insigne personaje quien le preguntó que cómo tenía prevista la organización de la competición en el agua y cuál iba a ser su equipo de Oficiales encargados de balizar y montar los campos de regatas.
Guido giró la cabeza y le señaló a un grupo de chavales que estaban jugando a futbol en el varadero, espacio que hoy ocupa el parking del Club y entre los cuales me encontraba yo. Aquel grupo de chiquillos debíamos rondar entre los 10 y los 15 años como mucho.
Al Comisario de la IYRU le debió coger una crisis cardíaca, seguro que la presión arterial se le disparó fuera de los límites saludables y fruto de todo ello, se le debieron encender todas las alarmas. En su cabeza, debió pensar que ese tal Guido Depoorter se había vuelto loco.
BLOQUEO MENTAL
Ante aquel bloqueo mental del Delegado del máximo organismo mundial en materia de vela de competición y antes de que le empezase a salir espuma por la boca viendo las correrías de un equipo de fútbol de alevines al que un belga había confiado la responsabilidad de organizar un Campeonato del Mundo, el siempre sereno Guido tuvo suficiente con hacernos una señal y decirnos que nos preparásemos rápidamente para salir al agua.
En un abrir y cerrar de ojos, dejamos el balón y nos aprestamos a correr para coger posiciones. Saltamos a las zodiacs que ya teníamos preparadas y equipadas con las boyas, cabos de fondeo, bocinas, banderas, pizarras, walkies y todo lo que nos pudiera hacer falta. No teníamos GPS, principalmente porque aún no se habían inventado, ni compases de marcaciones, ni tan siquiera el típico palito-con la-lanita-en-el-extremo que se utiliza actualmente para saber de dónde viene el viento. A nosotros nos bastaba con mirar la superficie del agua para saber, sin miedo a equivocarnos, que el triángulo de boyas estaba perfectamente montado.
GRATA SORPRESA
Aquel desconcertado Comisario de la IYRU se quedó boquiabierto y gratamente sorprendido de la reacción en cadena, explosiva y controlada de todo aquel joven personal. Nunca tuvimos ningún problema en la organización de regatas en el mar, ni aquel día ni ningún otro. Eso se debió a que Guido fue para todos nosotros nuestro referente y un excelente maestro.
En aquella época, solía ver navegar a Guido junto con un buen grupo de entusiastas del patín a vela. Salían todos juntos desde la playa des Monestri de Sant Antoni de Calonge, sede de su otro queridísimo Club, para ir a virar la “Llosa” de Palamós y volver a la playa. Yo me acercaba navegando con mi Optimist para verlos pasar volando e intentaba emularlos. A veces solía sacar el timón y me sentaba encima de la caja de orza, cogiendo la botavara con las manos de manera que conseguía gobernar mi cascarón solo con mover un poquito el cuerpo. Me prometí por aquel entonces que, cuando fuera mayor, yo también sería “patinaire”. Sólo quería ser como mi admirado y queridísimo Guido”.
QUIM ESTEBA / MERLOT
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