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Patin a Vela

A los 94 años de edad

Muere Guido Depoorter, el gran ‘misionero’ del patín a vela

El funeral será el viernes, a las 17 horas, en la iglesia de Santa Maria del Mar de Palamós

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UN FRIKI ILUSTRE. La pasión de Guido Depoorter por el patín a vela era tan intensa que respondía al perfil de lo que hoy conocemos como un 'friki'. Su obsesión casi desmesurada por la embarcación, sin embargo, también propició que dejara hechos tan relevantes e ilustres para la clase como la creación del primer libro sobre nuestra embarcación, plantara la semilla de la flota belga, y fundara la 'catedral' gironina del patín a vela, el Club Vela Sant Antoni.

(24-9-2019). Esta mañana ha dejado de latir el corazón del ‘misionero’ del patín a vela, Guido Depoorter. Podrá visitarse a la familia en el tanatorio de Calonge durante la tarde de mañana jueves (de 16 a 20 horas) y la mañana del viernes (de 10 a 13 horas), mientras que la misa se oficiará por la tarde del viernes, 27 de septiembre, a las 17 horas, en la iglesia de Santa Maria del Mar de Palamós.

El patín a vela está de luto. Guido Depoorter se ha marchado a los 94 años de edad. El corazón del patrón del ‘Houzee’ ha dejado de latir hoy hacia las once de la mañana. 

Depoorter estaba enfermo desde hacía bastantes años. Su decaimiento se inició  tras sufrir un accidente en bicicleta. Aquella contagiosa vitalidad que no menguaba y que le hacía tan singular, había ido decayendo progresiva e irreversiblemente en los dos últimos años. Los participantes de la International Guido Depoorter Cup que se celebra tradicionalmente cada mes de diciembre y cierra la temporada de regatas de la clase lo habían podido ir constatando.

UNA ESTELA BRILLANTE

Guido Depoorter deja a su estela algunas de las páginas más reseñables de la clase. Descubrió el patín a vela en el verano del año 1959 mientras tomaba el sol en la playa de Calafell y en el año 1964 se compró su primer patín que bautizó con el nombre de ‘Houzee’ que en flamenco, según explicó a CMDsport, significa ‘mantente firme en el mar’.

Aquella firmeza en el mar también quedó patente en tierra. No en vano, en el año 1966 fue el primero que llevó, con un remolque tirado por un seiscientos (¡y en el que viajaban el matrimonio y sus siete hijos!), un patín a la costa de su país natal, Bélgica, y que, con el tiempo, acabaría siendo la semilla de la nutrida flota patinista que hoy existe en aquel país. 

Su devoción por el patín y su divulgación le llevó en el año 1972 a impulsar la creación, en la localidad donde veraneaba, del Club Vela Sant Antoni que, con el tiempo, acabaría siendo la cuna de la  ‘camada’ de patinistas que en la década de los 90’s dominaría las regatas más importantes de la clase con regatistas tan reconocidos como su hijo Joost Depoorter, Jordiet Sabater, Adrià Gabarró, y, en cierto modo, Oriol Castellà.

EL PRIMER LIBRO SOBRE EL PATÍN A VELA

Dos años más tarde, movido por el recuerdo de la falta de material docente que sufrió cuando se iniciaba como patinista, decidió escribir el primer libro sobre cómo aparejar y navegar en patín que, además de ganar el prestigioso Premio Herakles en 1974 y que la editorial Hispano Europea lo publicara, con el tiempo se convertiría en el ‘libro de cabecera’ de multitud de patinistas de varias generaciones.

Guido Depoorter era lo que hoy en día conocemos como un ‘maquina’ o un ‘friki’. Además de que parecía incapaz de caminar porque, como sostienen quienes le conocían, “parecía que siempre corriese”, era tal su pasión por el patín que, según cuentan, “le encantaba salir a navegar y retarse con cualquier embarcación para demostrarle que el patín era la embarcación más veloz”.

El propio Guido aseguraba haber comprobado de modo fehaciente que había alcanzado los 21 nudos de velocidad con un patín a vela. Estaba tan convencido del poderío de la velocidad de esta embarcación que llegó a conseguir que una hija suya hiciera esquí acuático propulsada por un patín a vela.

Su devoción por el patín era tal que convirtió el Club Vela Sant Antoni en la principal ‘factoría’ de patinistas de la provicia de Girona. Según explican los lugareños, “a la que Guido veía a alguien mirando un patín, se le acercaba y le preguntaba ‘¿conoce esta embarcación? Se llama patín a vela. Es un barco fabuloso. ¿Quiere probarlo? Yo le enseño'”.

No sorprende que, años después, en la entrevista con CMDsport llegara a afirmar “aquí en Sant Antoni puede haber un centenar de patinistas y creo que les he enseñado a todos. También creo que haber sido el que más patines ha arreglado aquí y en Bélgica”.

Si Guido creó una ‘camada’ de reconocidos patinistas, llama la atención cómo propició también que cuajara entre sus ‘discípulos’ la idea de compartir los conocimientos adquiridos. No en vano, el Club Vela Sant Antoni es uno de los clubes patinistas en los que la formación de patinistas y su perfeccionamiento se trabaja de un modo más intenso, continuado y plural.

PERSONA CON CARACTER

Guido Depoorter tenía carácter. Lo avalan sus ‘cachorros’ patinistas más reconocidos, así como quienes compartieron momentos con él. Según dicen, “no se cortaba si tenía que manifestarte que ‘no carburabas fino’. Te soltaba la lindeza y se quedaba tan pancho y convencido de la veracidad de lo que te acababa de decir”. 

Pero ese ‘carácter’ también fue un ingrediente clave para que Depoorter se erigiera, según se reconocía él mismo, como “una especie de misionero del patín a vela”. Divulgaba la embarcación, enseñaba a gobernarla, contagiaba el entusiasmo por el patín a vela como si éste fuera una ‘religión’. Y no sorprende que, como ‘misionero’ tuviera una visión. Una visión que le llevó a animar a los impulsores de la velería que hoy domina el mercado de la clase (Depoorter Sails), así como a los que se propusieron crear un astillero para la fabricación de patines íntegramente de fibra de vidrio (Solipai).

ULTIMO MENSAJE A LA CLASE

En la entrevista realizada por CMDsport hace dos años (la última que se le hizo), aseguraba que “sigo siendo un enamorado del patín a vela”. Por aquel entonces ya se dejaba entrever su fragilidad corporal que era algo más acusada que la mental. Sin embargo, los ojos le seguían brillando intensos. Cuando le pregunté que recomendaría a los patinistas no titubeó ni un segundo. Con convicción dijo: “les diría que faciliten a la gente a que prueben el patín. Y que los que sepan navegar y sepan enseñar que enseñen a los que quieran a aprender. Pero que sean siempre muy sinceros, porque el patín no es para todo el mundo, sino que hay que ser un poco ‘echado p’adelante’. De todos modos, está claro que cuando el patín te engancha, te genera una ‘adicción’ que dura toda la vida. A mi me pasó eso”.

 


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