(11-9-2019). Ignasi Sagristá acaba de escribir una de las páginas más gloriosas de la clase patín a vela. Tras salir de Sant Pol de Mar el 18 de mayo, el pasado 5 de septiembre arribó a la costa de la isla griega de Ítaca. A su estela, 1.430 millas náuticas recorridas en 80 etapas. Sin embargo, el navegante asegura no tener claro dar por concluido su periplo, aunque desconoce cómo lo prolongará.
Ignasi Sagristá lo ha conseguido. Se propuso alcanzar la isla griega de Ítaca en patín a vela y, tres meses y medio después, el pasado 5 de septiembre llegó al destino fijado. Desde que partiera el 18 de mayo de la playa de Les Barques de Sant Pol de Mar -varadero de la asociación A tot Drap-, hasta llegar a las playas de Itaca, el patinista ha dejado a su popa 1.430 millas recorridas en 80 etapas durante un total de 303 horas y media de navegación. Nunca antes, un navegante había llegado tan lejos con una embarcación de vela ligera. La aventura de este médico de Barcelona de 45 años constituye una de las páginas más gloriosas de la clase patín a vela y para el navegante supone un nuevo hito, tras haber navegado en julio del año pasado desde Barcelona hasta Almería, también en patín a vela, en 22 etapas.
Le pregunto si, tras alcanzar la meta prefijada, se siente distinto de antes de su partida. Me responde que no. Añade que “cuando haces viajes largos o vives experiencias diferentes de las habituales, los cambios se notan cuando llegas a casa y recuperas la cotidianidad. Entonces es cuando ves si reacciones de un modo distinto o no de cómo lo hacías antes”.
No me siento como quien conquista el Everest
Sagristá tampoco se jacta de su récord. Con voz pausada, reconoce su satisfacción, pero tras precisar que “no se trata de falsa modestia”, subraya que “no me siento como quien conquista el Everest. Puse lo de llegar a Itaca, casi, casi, por poner un destino a la travesía que me planteé. Pero, como dije antes de partir, más que alcanzar ese destino lo realmente importante para mi era el viaje”.
De todos modos, el patinista asume que “en algunos momentos bajos, que también los ha habido hasta llegar a Ítaca, el haberme planteado aquel destino me animó a continuar y a no desistir”.
MALESTAR INTESTINAL
Efectivamente, momentos duros los ha habido. Precisamente, ahora, aunque se sabe con el objetivo conquistado, dice no sentirse “al cien por cien”, a raíz de haberse reavivado unas dolencias intestinales que lo han dejado en una situación en la que, según reconoce, “me siento flojo”.
Esas dolencias tienen su origen en su llegada a la localidad de Buvda (Montenegro) a principios de agosto (el día 3). “A pesar de que me habían alertado al respecto, bebí agua del grifo y poco después cogí algo que me provocó diarreas. Supongo que fueron parásitos intestinales”.
Al principio, le pareció que aquel mal cuerpo sería sólo algo pasajero, pero unas dos semanas después, aquellos parásitos volvieron a provocarle malestar y a su llegada a Grecia el 22 de agosto, tuvo que hacer cama tres días en un pequeño hotel de Corfú. “Entonces sí que me sentí realmente mal. Fue como una especie de ‘trancazo’, con sensación febril y artromialgias (hace años que no cojo fiebre)”.
DILEMA
En estos momentos, Ignasi Sagristá se encuentra en Itaca recuperándose de esa reactivación del estado febril que padece. Está hospedado en la casa de una señora mayor que alquila habitaciones en la principal ciudad de la isla, Vathy.
He empezado a pensar en continuar el viaje regresando a casa… navegando
El patinista asegura que “no tengo claro que el viaje haya concluido”. Asegura que, si bien hace unos días se planteaba la posibilidad de seguir su viaje hasta Atenas, antes de ayer empezó a pensar en la posibilidad de iniciar el regreso… ¡Navegando!
Según explica, “estoy dándole vueltas a la posibilidad de buscar algún navegante que esté dispuesto a acompañarme con su velero. La idea sería que él fuera navegando con su embarcación y yo con mi patín y que si hay necesidad, pudiera remolcarme”.
El patinista añade que “en principio, el planteamiento sería subir hacia Corfú y desde allí enfilar hacia el ‘tacón’ de la bota de Italia y, una vez allí, continuar el viaje de regreso a casa costeando”.
Aunque esta segunda opción parece que va ganando enteros, Sagristá, reconoce que “por el momento, no estoy en condiciones físicas óptimas para tomar una decisión de ese calibre. Desde Corfú hasta el ‘tacón’ de Italia son unos 100 kilómetros navegando y hay un trecho muy largo en el cual se pierde costa. Sin duda, es un desafío de envergadura”.
Al pronunciar esas últimas palabras Sagristá ha dejado entrever que en algunos momentos de la travesía desde Sant Pol de Mar hasta Ítaca ha sentido que no las tenía todas a bordo de su ‘Akal’.
EL PEOR MOMENTO DE LA TRAVESIA
Eso fue, precisamente, lo que le sucedió en la costa albanesa el 14 de agosto en la etapa desde Kepi hasta Grama Bay. Según relata en su blog, “salí con un viento suave, pero cuando ya llevaba unas tres horas navegando, el viento subió de mala manera. Me encontré en una zona de acantilados donde no podía parar. Tuve una sensación de gran descontrol y me propuse como principal objetivo evitar volcar. Realmente, lo pasé fatal. Hubo momentos en los que creí que allí terminaba mi travesía. No veía solución y temí que podía acabar rompiendo el palo, los obenques, la vela… Realmente aquel día fue el que tuve mi peor experiencia de esta travesía. Me confié y fui imprudente. Supongo que ello se debió a que, durante los tres meses que ya llevaba navegando, no había tenido ningún susto importante. Y eso que la previsión de viento no era igual en las diferentes apps que consulto habitualmente. En algunas de ellas pronosticaban ‘castañas’ de viento por encima de los veinte nudos y rachas de todavía más viento. Cometí el error (a toro pasado se ve más claro todo) de salir a navegar sin el rizo en la vela en una etapa cuya distancia era de unas 27 millas, con sólo un par o tres calitas y el resto repleto de acantilados sin opción de varada”.
Ignasi Sagristá concluye su historia de aquella dura jornada explicando que “cuando estaba atenazado por el miedo, de repente vi salir una lancha de uno de los acantilados. Como pude conseguí llegar hasta la bocana de la calita que quedaba protegida. Hice señales con los brazos, ya que era incapaz de llegar a la playa. Una lancha motora me vio y salió en mi ayuda. Suerte de ellos. Me lanzaron un cabo y me remolcaron hasta la playa. Uff! Tardé un buen rato en recomponerme”.
De aquella experiencia, Sagristá extrae la siguiente lección: “ser más prudente, sobre todo cuando debo navegar en zonas con costa rocosa”.
“ALUCINO CON LA RESISTENCIA DEL PATÍN”
Otra observación a considerar es la resistencia que está demostrando su ‘Akal’. El patrón ríe y exclama “¡alucino de cómo está aguantando de bien el patín!”. A continuación justifica dicha resistencia en base a que la embarcación tiene poco más de tres años (el casco es un 3.100); el palo tiene menos de un año; y la vela la estrenó para esta travesía. Pero, tras la enumeración de su material reitera: “realmente, es impresionante lo bien que está resistiendo el patín”.
El patín a vela de Ignasi Sagristá es una embarcación fabricada en el astillero de partivela.cat. Es un patín integramente de madera.
ETAPAS DIARIAS DE 5, 6, Y 7 HORAS
Ignasi Sagristá mantiene contacto con otros patinistas que siguen su travesía a través del blog que creó antes de su partida. Refiere la admiración que le manifiestan algunos de esos patrones sobre las horas que llega a estar navegando con el patín y que, en cambio, se intuye que su estado físico (hasta antes de coger los parásitos intestinales) era magnifico.
Me he sentido muy bien sobre el patín y no me han salido llagas en ningún sitio del cuerpo
El navegante asegura que “efectivamente, me he sentido muy bien sobre el patín, no me han salido llagas al final de la espalda, ni en ningún otro punto del cuerpo y he concluido la mayoría de etapas con un cansancio lógico pero nada acusado. Cuando algunos patinistas me han comentado su sorpresa ante mi bienestar físico aduciendo que ellos, tras una regata acaban hechos polvo o con el final de la espalda irritado, les he comentado que, parte de esos ‘males’ se debe a la presión de la competición. En mi caso navego muy tranquilo, no tengo prisa, nadie pretende desbancarme ni yo pretendo ganar ninguna posición”.
Precisamente, esta ‘comodidad’ en la navegación es lo que lleva a Sagristá a reiterar su convencimiento de que “este viaje no ha terminado aún. Todavía tengo ganas de más”. Reconoce que “lo único que me ‘mata’ son las encalmadas, pero cuando tengo un día en el que puedo navegar con 10, 12 o 14 nudos, me lo paso de maravilla. Eso es lo que ha propiciado que haya hecho etapas de cinco, seis y de hasta siete horas (como las de Varazze a Génova, o de Cortellazzo a Grado, o de Olib a Brbinj)”.
La conversación telefónica con Ignasi Sagristá concluye tras unos 45 minutos de conversación. Pese a su estado débil y al dilema sobre cómo continuar su viaje, le noto con el optimismo habitual de otras ocasiones en las que hemos hablado. me asegura que tan pronto como sepa la decisión que ha tomado me avisará. Me despido de él sintiendo lo mismo que siento siempre que le llamo: una mezcla de envidia (sana) y de admiración por vivir él una experiencia que muchos quisiéramos vivir también.
Sigue la aventura Akal-Itaca de Ignasi Sagristá a través de su blog
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