(9-5-2018). La mayoría de pies de los corredores y corredoras suelen presentar alguna dureza o deformación fruto de esta práctica. Un extremo que, si no se cuida, puede llegar a acarrear problemas.
Es fundamental atender a nuestros pies, ya que son la base y sustento de todo nuestro cuerpo. En este artículo queremos tratar acerca de las hiperqueratosis. Es decir, los vulgarmente y popularmente conocidos como callos y durezas en los pies. Para saber qué son y cómo poder solventar este problema, contamos con la ayuda de Albert Casas, podólogo deportivo especializado en biomecánica.
Las hiperqueratosis suponen una alteración del proceso de queratinización de la epidermis, “cuya misión principal es la de producir una capa córnea eficaz, protectora, semipermeable, que haga posible nuestra supervivencia en el medio terrestre”, nos relata Albert Casas. Y prosigue su explicación para que seamos conscientes de su importancia, ya que “esta barrera cutánea impide tanto la pérdida de fluidos corporales como la entrada al organismo de elementos nocivos, como los agentes patógenos o los rayos ultravioletas de la luz solar”. Pues los callos y durezas atentan contra este proceso.
A qué se pueden deber los callos y las durezas
Básicamente, hay dos factores que son los responsables de la aparición de estas alteraciones en nuestros pies, tal y como nos describe el podólogo.
- Exceso de carga o presión. Cuando existe una alteración biomecánica y nuestros pies deben soportar más peso del que sería deseable. El cuerpo, siempre inteligente en su auto regulación, detecta un superávit de carga en una zona concreta de nuestro pie y, automáticamente, genera una respuesta. En este caso, produciendo más piel en ese punto para proteger las estructuras subyacentes. Y este proceso de superproducción de piel se produce, con más frecuencia, en las cabezas metatarsales del pie. ¿Por qué? Pues porque son las que soportan un mayor peso en nuestros pies como punto de apoyo fundamental. Esta alteración puede generar, en muchas ocasiones, una metatarsalgia. Se trata de un dolor en la zona anterior del pie, debido a este exceso de peso del que hablamos, y que puede llegar a ser muy doloroso y limitante, tal y como nos alerta Casas.
- Fricción elevada. Ante un exceso de fricción, nuestro organismo responde de la misma forma que en el caso anterior. Esto es, cuando hay demasiada fricción, produce más piel en la zona específica. ¿El objetivo? El mismo que el que hemos comentado en el punto anterior: proteger las estructuras de nuestro pie que se encuentran por debajo de la piel. En la mayoría de los casos, esta fricción excesiva se debe al uso de zapatos inadecuados. Por este motivo, especialmente en el caso de corredores y corredoras, es fundamental una buena elección en el calzado para correr, pero también en aquellas zapatillas y zapatos que usemos fuera de nuestra práctica deportiva. Lo más usual es que la fricción elevada se deba a que el zapato o zapatilla es demasiada estrecha. Así pues, encontraremos callosidades en la parte superior de los dedos, en los talones y también en el dedo pequeño del pie.
No es lo mismo una dureza que un callo
Ahora que ya sabemos el origen de estas callosidades que, en ocasiones, aparecen en nuestros pies, queremos que Albert Casas nos explique las consecuencias de no solventar estas irregularidades en nuestras extremidades. Antes, sin embargo, quiere dejar claro que “la terminología popular iguala o da el mismo trato a las durezas en los pies y a las callosidades”, pero “deberíamos dejar claro que se trata de dos dolencias distintas”.
En primer lugar, la hiperqueratosis es el nombre adecuado si queremos referirnos a las durezas. “Suelen tener un aspecto amarillento y suponen una acumulación de piel en la zona en concreto en la que se encuentran”. Y, lo más importante, “no son dolorosos”. Por el contrario, los helomas son los popularmente conocidos como callos, ojos de pollo o clavos, por citar sólo algunos de los conceptos usados en la terminología popular. El especialista nos deja claro que “tiene un aspecto circular, de color marrón y se encuentra muy definidos en un sitio concreto”. A diferencia de las durezas, “sí son muy dolorosos”.
Viendo esta diferencia, queda claro que si tenemos un callo en nuestros pies es necesario acudir a un experto podólogo para que nos lo quite, ya que si no lo hacemos, “el dolor puede llegar a ser insoportable y a impedirnos llevar un día a día normal”. En cambio, con las durezas, usando una lima adecuada y también con el uso de una buena crema hidratante, podremos solventar un problema que, además, ahora que llega el verano, “nos ayudará a tener unos pies más bonitos”, admite Casas. Eso sí, si estas durezas las dejamos sin tratar, pueden llegar a convertirse en una capa de piel muy dura que nos cueste eliminar, “llegando incluso al extremo también de tener que acudir al especialista”.
Tengo un callo en mi pie, ¿qué debo hacer?
Defendiendo a su sector profesional y también al paciente, Albert Casas afirma que “nosotros, los podólogos, somos el profesional sanitario que tiene los conocimientos y las aptitudes requeridas y adecuadas para diagnosticar y tratar como es necesario este tipo de alteraciones en los pies”. El podólogo “realizará un diagnóstico diferencial, ya que se pueden confundir algunos callos con las verrugas, y procederá a la eliminación de las hiperqueratosis y helomas existentes”. En este sentido, y volviendo al origen de este artículo, “lo esencial no es ir quitando cada mes o cuando aparezcan estas durezas o rascarlas periódicamente, sino encontrar su causa y no permitir que vuelvan a formarse más”.
Por lo tanto, si como corredores y corredoras queremos evitar este tipo de dolencias que nos impidan correr con total comodidad, “debemos prestar atención al uso de un calzado adecuado a nuestra actividad, en este caso el running, y compensar posibles alteraciones biomecánicas que puedan producir zonas de exceso de presión o fricción (la importancia de este tipo de estudios ya la hemos comentado en un artículo anterior).
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