Quantcast

RUNNING

Los 10 mandamientos de un corredor al acabar un maratón

acabar-maraton

Acabar un maratón hace aflorar en nuestro interior unas emociones y unos deseos que, bien canalizados, nos llevarán a nuestra próxima meta.

(20-6-2018). Finalizar un maratón es un hito que genera un torbellino de emociones, incluso después de haber completado unos cuantos. Os presentamos un decálogo de lo que consideramos que los maratonianos deberíamos y no deberíamos hacer tras finalizar una carrera en la distancia reina.

1- No decir nunca más. Nunca más. Este es el primer pensamiento que sienten la mayoría de los corredores y corredoras al concluir un maratón. Es una sensación que empieza a aflorar, reclamando su puesto dentro de nuestra cabeza (como un diablillo) con el paso de los kilómetros. Ya sea el primer maratón en el que tomamos parte o bien nos encontremos ante un runner experimentado que ha completado ya esta distancia previamente, este sentimiento suele aflorar siempre de forma consistente una vez hemos cruzado la línea de meta. Como si esa flor se fuera regando durante los últimos kilómetros de la carrera y saliera a la luz de golpe, con todo su esplendor de negatividad, una vez hemos acabado. Lo mejor de esta percepción negativa es que se disipa con el paso de las horas, hasta ser prácticamente inexistente. De hecho, los efectos perniciosos del virus del Never Say Never Again, tal y como lo bautizaron los ingleses, no suelen durar más de 24-48 horas.

2- Controlar las emociones. Un maratón es una prueba que nos lleva al límite de nosotros mismos. Nos exige todo lo que tenemos y más para poder ganar esta batalla de más de 42 kilómetros. Como todo en la vida, este proceso de vaciado de energía es canalizado con el relleno de otro depósito, el de las emociones a flor de piel. La finalización de un maratón multiplica nuestras emociones y nuestra capacidad para transmitirlas a los demás. En este sentido, sentimos un poder innato de abrazar y de demostrar a los demás nuestra alegría. No es casual, pues, que veamos a muchos corredores y corredoras que se abrazan entre ellos –aunque no se conozcan- o bien corredores y corredoras que se abrazan con el voluntario que les cuelga la medalla, la recompensa, al cuello. Como símbolo de los campeones. Ya lo decía el mítico Emil Zatopek (ganador de los 5.000, 10.000 y maratón de los JJOO de Helisnki en 1952): “Si quieres correr, corre una milla. Si quieres experimentar una vida diferente, corre un maratón”.

Es recomendable evitar subir y bajar escaleras tras finalizar un maratón.

3- Evitar, a toda costa, cualquier escalera. Nuestro organismo es una máquina perfecta, capaz de correr un maratón a buen ritmo durante buena parte del trazado. Pero una vez logrado el objetivo, nos envía un mensaje de aviso y desconexión. Parece mentira como un corredor que hace unos instantes era capaz de completar un kilómetro por debajo de 4’30 min/km, una vez cruzada la línea de llegada, tiene problemas incluso para caminar a medio gas. Y no hablemos ya del tema de subir y bajar escaleras. Los músculos que más trabajan durante una carrera de esta distancia son los cuádriceps, los isquiotibiales y los gemelos. De esta forma, subir unas escaleras puede parecernos una tarea más compleja que llegar a la cima del Everest, o bajar cualquier desnivel, por poco significativo que sea, como esquiar por una de las rampas de los míticos saltos de Garmish Partenkirchen.

4- Asearse como nunca antes. La sensación de sentirse sucio y vacío de sudor va íntimamente ligada a la emoción por haber completado nuestro reto. Lo hemos dado todo. Literalmente, nos hemos vaciado de todo aquello que nuestro cuerpo necesitaba, como un motor cuando quema gasolina y libera gases, para poder rodar. Ya sea en nuestra casa, hotel o bien en el lugar habilitado por la organización para los corredores y corredoras, la ducha posterior a un maratón es quizás una experiencia sinigual. Casi religiosa. Hay que vivirla en primera persona para entenderla en todo su conjunto. Tiene un valor incalculable sentir como el agua recorre parte de nuestro cuerpo, como si lo purificara. Además, si hacemos un balance de agua fría y caliente empezaremos el proceso de recuperación de nuestros músculos fatigados con anterioridad. Y esto es algo fundamental para poder recuperarnos con más rapidez y evitar, en cierta medida, las temidas agujetas.

5- Comer lo que me venga en gana. Además de nuestro aseado personal, lo más inmediato que debemos hacer tras completar los 42.195 metros es rellenar nuestros depósitos de agua, sales y glucógeno de nuestro cuerpo. Comer y beber bien tras la carrera es fundamental para que nuestro organismo vuelva a su funcionamiento normal, cuanto antes. Eso sí, es inevitable sentir que tras haber corrido esta prueba, podemos excedernos un poco y comer todo aquello que nos apetezca. En el caso de un corredor de 1.80 metros y 90 kilos, por ejemplo, puede haber quemado más de 3.500 calorías a lo largo de todo el recorrido. Una auténtica barbaridad que le permitirá atiborrarse de un buen manjar como recompensa. La comida posterior a un maratón tiene un efecto doble: el saludable (iniciar el proceso de recuperación) y el emocional (la retribución por todo lo que hemos sufrido). Lógicamente, cualquier nutricionista o dietista nos diría que debemos controlarnos. Por un día de excesos tampoco pasa nada, además me lo he ganado, que diría un corredor tras colgarse la vitola de maratoniano. El esquema aplicado a la comida, también sirve para la bebida. Hay que hidratarse bien, tras todo lo que hemos sudado, pero una buena copa de vino o bien una cerveza (cargada de cereales, además) seguro que tampoco nos irán mal. Séneca, que de esto de los maratones no tenía ni idea, tuvo el pensamiento de escribir con brillantez sobre la mayoría de aspectos de nuestra existencia. En este sentido, dejó escrito que “la embriaguez no es más que locura voluntaria”. Sí, tenía razón, ya sabemos que somos Esos locos que corren, como nos bautizó el escritor uruguayo Marciano Durán.

6- Compartir nuestro logro. Necesito contárselo a todo el mundo. Independientemente del tiempo y de la posición lograda en la tabla de clasificación, todos los atletas que han llegada a meta tienen la misma catalogación: son maratonianos o maratonianas. Es un concepto que los engloba a todos, que les junta como una sola unidad, grupo. Todos ellos son campeones, ganadores en esta batalla de sufrimiento y sudor encima del asfalto. Una foto con la medalla al cuello, una foto con cara de sufrimiento en el kilómetro 33 (en pleno muro), una foto cruzando la línea de meta… Son decenas de momentos que nos vienen a la cabeza y que se escriben con mayúsculas en nuestro corazón. Son unas instantáneas que queremos compartir con nuestros allegados (vía whatsapp) o también con nuestros seguidoras y seguidoras en las redes sociales, por citar sólo los dos ejemplos más claros hoy en día. Un maratoniano genera admiración, ejemplo de tesón, sacrificio y constancia para los demás. Por lo tanto, usar este efecto espejo como algo positivo y motivante para los demás no deja sino de añadir un factor extra a nuestra gesta.

En este punto, hay que destacar la tradición que reina en el Maratón de Nueva York. Una costumbre que establece que el mismo día, tras la carrera, y el día siguiente, los finishers deben llevar colgada su medalla al cuello. Es símbolo de distinción y admiración por parte de los neoyorquinos. Además, puede ser que gracias a ello nos ahorremos más de una cola a la hora de ir a cenar o a comer, como trato de favor y evitar que tengamos que estar de pie más tiempo del necesario. O bien que nos inviten a una cerveza gratis como regalo y recompensa. Nunca está de más.

7- Dormir como un niño. La suma de emociones y el cansancio físico forman un cóctel ideal que no podría concentrar ni el mejor somnífero. Es algo que conocen bien los maratonianos y maratonianas. Es como si la almohada necesitara reposar la concentración de vivencias y dejarlas reposar tras un día intenso. Dormir es distraerse del mundo, que decía el escritor argentino Jorge Luis Borges. Correr nos permite ordenar nuestras ideas, nuestro día a día y también descansar mejor. Este factor aún su multiplica más tras completar una carrera de este calibre. Más que nunca, debemos poner el despertador para el día siguiente (si es que no nos hemos pedido fiesta en el trabajo, tal y como hacen muchos atletas) si no queremos quedarnos dormidos más de la cuenta en el catre. Sin duda, se trata del descanso del guerrero tras la batalla.

El descanso es un aspecto fundamental en la recuperación tras la carrera.

8-Levantarse de la cama, tarea obligada (aunque imposible). Ya sea con el despertador o porque ya no podemos ni queremos dormir más (en el caso que seamos de los afortunados que el día después de correr un maratón no deben ir a trabajar), el día después de un maratón es siempre un suplicio físico. Un auténtico suplicio que nos hará parecer, sin pretenderlo, un auténtico Robocop. Las secuencias emocionales siguen a flor de piel, pero el enfriamiento de los músculos acaba pasando factura. Es un peaje que hay que pagar. Mucho peor que las escaleras que subimos o bajamos tras el maratón. Cualquier parte de nuestro cuerpo, pero en especial las piernas, protesta debido al acristalamiento de nuestros músculos que sufren pequeñas microrroturas. Moverse con cierta gracia y naturalidad es una quimera. Absolutamente imposible. Salir a correr un rato, aunque no nos apetezca demasiado, o caminar a ritmo vivo son dos buenos consejos para limitar el efecto de las temidas agujetas. Una sesión de estiramientos y seguir con los baños de agua frío-caliento tampoco están de más. Bien al contrario, deberían formar parte, sí o sí, de nuestro día de después. En algunos casos, estas agujetas pueden alargarse durante 2-3-4 días, en función de nuestro trabajo posterior.

9- No hacer caso de las miradas extrañas. Por todo lo comentado con anterioridad, de camino al trabajo, a coger el metro, o simplemente cuando vamos a comprar alguna cosa al supermercado, nuestro virtuosismo y estilo a la hora de caminar se verá francamente afectado, negativamente. Nos cuesta mucho caminar. Demasiado. Si el día anterior éramos capaces de correr a 12-13 km/h, ahora no podemos recorrer más de 200 metros sin esconder nuestra cojera evidente. No pasada nada. Es algo pasajero. Debemos ignorar esas miradas sorprendentes e interrogantes. O incluso hacerles frente con orgullo. Somos maratonianos y estas agujetas que nos impiden caminar normalmente se irán con el paso de los días. Sin embargo, lo que va a permanecer de forma perenne es nuestro recién estrenado cargo en la vida (en el caso en el que seamos debutantes) o nuestra nueva reivindicación (en el caso en el que seamos maratonianos que repiten éxito): Soy maratoniano, soy maratoniana. Un nuevo mantra que pasará a formar parte de nuestro CV como un elemento clave de presentación.

10-Apuntarse al siguiente reto. Estos 10 mandamientos, como la vida misma, son circulares. Y el último nos lleva, de nuevo, al punto de inicio. El virus Never Say Never Again ya ha dejado de tener efecto. Entramos en Internet y buscamos un nuevo reto para el futuro. La mejor forma de motivarse es el compromiso. Nos apuntamos a nuestro siguiente Maratón. El virus ha dejado paso a la enfermedad: la maratonitis. No la pudo definir mejor el campeón etíope Haile Gebrselassie: “La gente no entiende mi filosofía, pero sencillamente necesito seguir corriendo y para eso necesito competiciones. Mi cuerpo tiene que sudar. Pero para sudar de verdad necesito una meta”.


No hay comentarios

Añade el tuyo